1. El consumidor responsable aparte de tener en cuenta la calidad y el precio del producto se asegura de conocer los valores éticos del mismo: relaciones comerciales justas, condiciones de trabajo dignas para los productores, respeto para el medio ambiente y por los derechos humanos.
2. El consumidor responsable se informa de la procedencia de los productos que compra y la historia que hay detrás de ellos.
3. También tiene en cuenta la huella ecológica que deja el producto y consume en consecuencia con la misma.
4. Sólo compra lo que necesita, no se lanza al consumo compulsivo ni se decide por productos supérfluos. Distingue entre las necesidades reales y las creadas por la publicidad. Es un consumidor austero pero eso no quiere decir que sea rácano o miserable.
5. El consumidor responsable tiene claro a qué tipo de comercio quiere favorecer.
6. Se plantea cómo sería para su país el consumo de productos que no fueran legales.
7. Rechaza las bolsas de plástico y los envases que supongan un daño al medio ambiente. Se decide por envases biodegradables o compostables para todos los productos que consume.
8. También rechaza consumir más energía de la que necesita. No derrocha agua ni electricidad, sabiendo que la energía es un bien escaso y su uso desmesurado puede provocar un grave daño al planeta.
9. Busca entidades financieras alternativas como la banca ética o empresas energéticas comprometidas con el medio ambiente. Incluso teléfonos móviles de Fairphone.
10. Sin querer ser proselitista procura hacer campaña en su entorno laboral, familiar o personal para conseguir sensibilizar a más gente acerca de la importancia de consumir responsablemente.
Evidentemente cumplir las diez premisas no está al alcance de todo el mundo y no cumplirlas todas tampoco significaría que una persona sea irresponsable o insolidaria, pero acercarse al máximo a este modelo de consumo responsable nos ayudaría a conseguir un mundo más justo y más sostenible.