Cada vez aparecen más mezclados estos tres conceptos y podemos decir que no sólo es el futuro sino que ya es una firme realidad.
El comercio justo nos suministra productos que no tenemos aquí, tales como el cacao, el café, la panela...Y a su vez nos asegura a través de las certificaciones que se le ha pagado un precio justo al productor, que no han trabajado niños, que no hay huella ecológica en su producción...los diez principios que ya conocemos y que tenéis en el título de este blog.
Pero resulta que tenemos en nuestro entorno extraordinarios recursos: frutas, verduras, legumbres...y muchas veces en el supermercado nos encontramos con esos mismos artículos procedentes de tierras lejanas y remotas y en la mayoría de las ocasiones de peor calidad que las autóctonas. Algo que parece sin sentido lo tiene desde el punto de vista de la maximización del beneficio de las empresas y también un menor precio para el consumidor. A corto plazo parece algo positivo pero a medio y largo plazo no sólo se resentirá la salud del consumidor, también se va resintiendo la economía local y ahora que está tan de moda tendremos la España Vaciada más despoblada todavía. Pero también hay consecuencias a nivel ecológico ya que traer esos productos acarrea contaminación con el transporte y también sufre la tierra que es sometida a técnicas agrícolas tan intensivas.
Por todo lo anterior desde las asociaciones de comercio justo cada vez es más frecuente unirse a pequeños productores locales que normalmente se agrupan en cooperativas y conviven con los tradicionales productos de Fairtrade una amplia variedad de artículos de proximidad, ecológicos y de enorme calidad, sin pesticidas ni productos que a largo plazo comprometan la salud de los consumidores y apoyando a la economía local. Éste va siendo el presente y será el futuro del consumo responsable.