Entre toda la variedad que nos ofrece el Comercio Justo está la cosmética y dentro de ella hay productos de mucha calidad y a un precio muy competitivo. Entre los más aceptados y que tienen mayor margen de caducidad están los jabones, las diferentes distribuidoras ponen a nuestra disposición una alta gama de fragancias a precios más que asequibles. Detrás de esos productos hay historias que merecen la pena ser contadas. Por ejemplo la de los jabones de Palam, una zona de la India.
En dicha región vivían miembros de la casta más baja de dicho país: los intocables. Pertenecer a esa casta les priva de muchos derechos para ellos y sus descendientes máxime cuando se dedicaban al curtido de pieles uno de los trabajos peor vistos socialmente en la India. Por lo tanto teníamos a la pescadilla que se muerde la cola: por un lado la pertenencia a la más baja de las castas y por otro la dedicación a un oficio denostado socialmente.
Gracias al Comercio Justo esto último cambió, de curtir pieles pasaron a fabricar jabones, su comunidad se fue desarrollando gracias a los beneficios y pudieron construir centros médicos y mejores infraestructuras pero además de ello se ha podido conseguir que sus hijos accedieran a enseñanzas medias algo hasta ahora impensable y son los primeros de esta casta que consiguen estudiar bachillerato después de infinidad de generaciones que estuvieron vetadas.
Con un acto tan sencillo y cotidiano como es consumir podemos cambiar el mundo de una manera inimaginable.